Dulce Desintoxicación (Parte 1)10 noviembre, 2018

Yo solía decir que si alguien quería un ejemplo de libro de texto para el PMS (del inglés para síndrome premenstrual) y los dolores menstruales yo era el ejemplo perfecto.  Lo había aceptado como algo que me definía; era una más de mis características.  El problema con esto no era sólo toda la ansiedad que tenía que manejar los días anteriores: el cansancio, los dolores y una fatiga extrema que llegaba a su pico el primer día de mi menstruación, lo serio era que no podía trabajar, ni dormir del dolor y el malestar general.  Cada vez tomaba analgésicos y anti-inflamatorios más fuertes; curiosamente, pastillas cada vez más chiquitas.  Me aislaba esos días porque no tenía energía para relacionarme con los demás.  Mi productividad bajaba, no podía trabajar; simplemente no podía pensar.  Eran los días en que perdía varios puntos de coeficiente intelectual: me ponía bruta.

 

 

Empecé a hacer ejercicios hace dos años por diversos motivos.  Quería formar el hábito antes de que me agarraran los achaques de la edad, por aquello de que es mejor prevenir que lamentar, pero sobretodo porque tener que corregir es mucho más difícil.  Quería ver si el ejercicio me ayudaba a no pasarla tan mal en esos días del mes.  De hecho ayudó, las crisis eran menos intensas, ya no sentía que ensayaba mi muerte dos días al mes.  Sin embargo, la fatiga, el cansancio y la falta de energía permanecían.  Siempre me ha gustado dormir pero estos días dormía demasiado e igual me despertaba cansada.  Había que hacer algo porque médicamente todo estaba bien conmigo.  Las señoras mayores me decían que me casara, haciendo alusión a que perder la virginidad aliviaba esos dolores.  Pues no, el sexo (o la falta de) no hicieron ninguna diferencia.

Sabía de una amiga que estaba dando sus primeros pasos como coach de nutrición holística.  Ella me escribió para invitarme a unos de sus talleres y eso me encendió el bombillo.  Decidí probar el programa a ver si eso me ayudaba con la falta de energía, los dolores y el malestar en general.  Como en todas las cosas buenas, la primera sesión fue gratis para probar si eso se ajustaba a lo que yo estaba buscando y si ella pensaba que me podía ayudar.  Nos reunimos y luego de haber conversado un rato y haberle explicado mi problema, salí con dos consejos: tomar más agua y reducir la ingesta de azúcar.

 

 

Desde una gastritis que me gané en la secundaría he aprendido a vigilar lo que como.  No es que coma súper saludable pero aprendí como lo grasoso, lo picante, lo dulce, lo frío, etc., afecta mi estómago para bien (o para mal).  Meses antes había eliminado el café pensando que la cafeína podía estarme afectando y ahora tenía que reducir el azúcar.  Ya tenía una leve idea de cómo vigilar lo que como.  Mi idea no es contar todos los detalles de cómo funciona el proceso de coaching de nutrición.  Lo que quiero transmitir es mi sorpresa con el hecho de que todo lo que comemos nos afecta a nivel físico y emocional.  A mí me ha empezado a funcionar con solo un par de sesiones y dos meses vigilando mi alimentación: me canso menos y tengo más energía.  Parece que este era el elemento que faltaba para complementar el ejercicio físico.

Esto lo estoy escribiendo en el día uno de mi periodo menstrual, el más pesado de todos.  Hace un par de meses habría estado hecha bolita en mi cama esperando que alguna pastilla me hiciera efecto para lograr conciliar el sueño.  Sé que me faltan muchas cosas por descubrir con este programa y a medida que avance intentaré compartir ese aprendizaje.  Mi cuerpo está encontrando balance porque estoy aprendiendo a escucharlo.  El dolor es generalmente una llamada de atención y yo la escuché alto y claro.

Reducir las coca-colas que tanto me gustan, los skittles, los dulces de guayaba, los cupcakes, el dulce de leche y los helados, entre otras dulces tentaciones, no ha sido precisamente un paseo por el parque, pero para mí funciona!

Saludos,

Itzel

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